Sobre el aborto: ¿realmente es para "tanto"?
Lo primero que cabe decir sobre el aborto es que debería, mejor dicho, que tiene (de forma imperativa) que ser legal. Dicho esto quedan sentandas las bases de los puntos a tratar cuando se debate sobre este tema: no es tanto un toma y daca de opiniones sobre su despenalización, legalización, secularización, politización… sino más bien un análisis sobre por qué no es legal; es decir, más que justificar o condenar el porqué del aborto –que también- deberíamos abordar el por qué no del aborto –sobre todo-.
Este NO que adorna el aborto como el tridente y los cuernos engalanan a Satanás, proviene de dos actores íntimamente relacionados -el poder y la religión- que han urdido entorno a una práctica que debiera ser de libre elección todo un cosmos de inmoralidad, ilegitimidad e ilegalidad en base a uno de sus preceptos comunes principales: el patriarcado.
¿Pero a qué me refiero al hablar de patriarcado? Sencillamente a la sumisión, omisión o tenencia de la mujer por parte del hombre para sus propios intereses. Amparado en la superioridad física el hombre ha utilizado a la mujer para obtener un heredero, probar su virilidad o, sencillamente, el goce sexual. Y, de nuevo, amparado, en la superioridad fisica, el hombre se ha servido de la mujer como mano de obra, así como la ha excluido de los centros de poder y de toma de decisiones. Si aunamos estas dos imposiciones del hombre (procreación y capacidad de decisión) nos encontramos con lo que es en esencia el aborto. En el germen de este patriarcado se encuentran, como dije antes, poder y religión.
Una de las formas de poder que opera en el patriarcado es la coacción física a la que anteriormente me referí; pero no es la única. El poder político-económico, en sus alianzas con la no menos poderosa Iglesia, ha adoptado también esa beligerancia contra todo lo que hieda a igualdad o libertad de acción. Así pues, lareligión es el auténtico grillete de la mujer ; y por ende, del aborto. Ya se lo dijo Dios a Eva: “Parirás con dolor”. La figura de Eva, con su humillante génesis a partir de la costilla Adán y cabeza de turco en el juicio por deshaucio del Paraíso terrenal, han calado en el ideario popular permitiendo el sometimiento de lamujer a los vanidosos intereses del hombre. Los credos han creado la literatura y los grupos de poder, amparados en ésta, las leyes para demonificar el aborto. Legalizarlo sería poco menos que dar a entender que se puede “disfrutar” sin consecuencias. Poder y religión, es decir, el patriarcado, utilizan con diversos fines la generalización de la maldad del aborto.
La estrategia es la misma que la de aquellas sectas que alimentan con víveres bajos en nutrientes a sus adeptos para evitar rebeliones; la privacía del derecho a elegir y el miedo al castigo divino vuelven kafkiana la autoestima de la plebe -y aún más de lamujer plebeya- y minan su confianza en la mejora. Así pues, la inmoralidad e ilegalidad del aborto no es más que otro ardid en la revolución de los estamentos altos contra los bajos.
Esto en lo que respecta a hace unas décadas. A día de hoy la situación, aunque más difuminada, transcurre por los mismos cauces y participan en ella los mismos agentes. Los, aún ligeros, avances en laicismo, secularización, igualdad de género, libre albedrío… no desembarazan los intereses político-religiosos de la libre elección de abortar. Legalizar el aborto supondría: una ruptura entre las relaciones Iglesia-Estado; la disminución de la población y, por tanto, de activos económicos, de PIB, de impuestos; la pérdida de los matrimonios de penalti, con lo que todo ello supondría para la milicia eclesiástica; la quiebra de Toys´R´Us… y lo que es aún peor, el reconocimiento de la libertad de elección (tanto hincapié en el término libre elección no es gratuito, baste ver cómo el movimiento feminista, al abordar este tema, ha pasado de autodenominarse pro-aborto a pro-elección).
Como último motivo para evitar el aborto, su normalización, está el peligro que entrañaría para los gobiernos. Reconocerle a una mujer joven, emancipada, trabajadora, mal pagada y embarazada el derecho a abortar por no poder asistir adecuadamente a su futuro hijo por motivos económicos –por dar un supuesto fácilmente reconocible por cualquier sujeto- sería lo mismo que realizar una política social efectiva, una política basada en la etimología de la propia palabra, en el sentido de la polis griega, una política por y para el pueblo, corriendo el riesgo de malacostrumbrar a los ciudadanos. En esta, aún incipiente, sociedad mesocrática las políticas sociales se han de dosificar. Así pues, por ahora, habrá que conformarse, grosso modo, con poder interrumpir el embarazo si revierte riesgo para la salud de la embarazada o si de él nacerá el bastardo de una violación.
En lugar de hablar sobre el aborto para intentar consuensar sobre si debiera o no ser legal, sobre si es moral, inmoral o amoral, sobre la necesidad de educar en él… juguemos a ser Nietzsche: creemos una nueva forma de pensar en él. En lugar de pensar en el aborto como algo positivo (libertad de acción) o negativo (asesinato) habría que interrogarse en porqué son estos los valores que se le han dado y de dónde provienen.
Fuente: http://www.larepublica.es
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Source: Enero 2010