Profesión de riesgo: Historias de defensoras de derechos humanos en las Américas
Sara García, El Salvador: «Nos tildan de asesinas y terroristas»
Sara es miembro de la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto en El Salvador, donde el aborto está prohibido en todos los casos, aun cuando el embarazo es producto de una violación o pone en riesgo la vida de la mujer. Al menos 19 mujeres están actualmente en prisión, acusadas de haberse inducido abortos después de haber perdido sus embarazos o haber sufrido emergencias obstétricas.
Desde que el código penal fue modificado en 1998, el tema del aborto se ha silenciado mucho en El Salvador. Hay mucho estigma para quienes trabajan esto y mucha autocensura. Estas leyes solo buscan controlarnos el cuerpo y la vida.
En el 2009 surgió la Agrupación Ciudadana para dar respuesta a estos temas. Empezamos trabajando por el caso de Karina. Es una mujer que llegó al hospital público en el 2002 con una emergencia obstétrica que había tenido en su casa. En el hospital, el personal inmediatamente llamó a la policía, quien inmediatamente la acusó de haberse inducido un aborto la detuvo . Luego fue sentenciada a 30 años de cárcel. Pasó muchos años tras las rejas hasta que fue liberada pero ya está estigmatizada de por vida.
Lo que me inspira a seguir trabajando son las historias de mujeres como Katrina. Luego de ella vinieron muchas otras sufriendo los mismos problemas como resultado de estas leyes opresivas. En general son mujeres de bajos recursos que no tienen forma de conseguir una defensa efectiva.
Hasta las las defensoras de derechos humanos que trabajamos sobre temas de derechos sexuales y reproductivos en El Salvador sufrimos ataques. Nos tildan de asesinas, y terroristas, dicen que promovemos delitos.
Personas del gobierno y de grupos fundamentalistas nos han atacado y estigmatizado con mentiras horribles en los medios y en las redes sociales. Personas de grupos fundamentalistas ponían mi foto con la de otras compañeras en la web y decían: «Aquí están las líderes abortistas que usan dinero del tráfico de órganos».
Quieren silenciarte al punto de que no puedas hacer nada. Invisibilizarte. Quieren inutilizarnos completamente. Que nadie quiera hablar con nosotras. Estigmatizando a una la usan como caso ejemplificador para darles miedo a otras mujeres y activistas.
El mensaje es: «cuidado que esto les puede pasar a ustedes también».
Me da miedo pensar que en cualquier momento puedo encontrarme cara a cara con un fanático y que me haga cualquier cosa. Estos son los grupos que en Estados Unidos han matado doctores. La situación es muy grave.
Pero es la la fuerza del movimiento es lo que me da fuerza para avanzar y seguir. Cuando hablo con las mujeres afectadas, con las que tienen dificultad para reintegrarse en la sociedad y recibir reparación me dan fuerza para seguir.
Lilián Abracinskas, Uruguay: «Siempre estás bajo sospecha y siempre tenés que demostrar tu legitimidad»
Desde hace más de 30 años, Lilián trabaja defendiendo los derechos sexuales y reproductivos de miles de mujeres en Uruguay. A pesar de los enormes avances en las medidas legislativas sobre el tema e inspirada por una trágica experiencia personal y como líder de la organización Mujer y Salud, continúa promoviendo el acceso a la educación sexual y abortos seguros, entre otros derechos.
Una de las razones que me llevaron a meterme de lleno en este trabajo es ser sobreviviente de un aborto inseguro a los 17 años. La experiencia me marcó de por vida. Estuve cinco años sin hablar de eso y ahora trabajo para que ninguna mujer más tenga que pasar por situaciones que son de una inseguridad innecesaria y una justicia intolerable.
El aborto es legal en Uruguay en las primeras 12 semanas de embarazo en todas las circunstancias. Las mujeres deben enfrentarse a un grupo de profesionales que les ofrecen otras alternativas, incluyendo la adopción. Tras cinco días de reflexión obligatoria, tienen derecho a acceder a un aborto.
Las mujeres que han sido víctimas de violación pueden tener un aborto hasta las 14 semanas. Después de eso, las mujeres pueden acceder a un aborto sólo si el feto tiene una malformación incompatible con la vida o si hay riesgo para la salud o vida de la mujer.
El tema es que el aborto sigue siendo un delito en Uruguay (salvo en algunas circunstancias), tiene todo el peso de la ley y el estigma asociados. Y son las mujeres más pobres las que son más afectadas.
Muchas mujeres no cuentan con toda la información sobre sus derechos, que pueden acceder a abortos seguros. Las mujeres que tienen recursos transitan las barreras sin muchas dificultades porque pueden ir a un doctor privado. Pero las que no tienen dinero terminan en una situación de mucha vulnerabilidad.
Uno de los primeros casos en los que trabajamos fue en el 2004 (antes de las leyes actuales). Una chica de 16 años, que vivía en la más extrema pobreza en el campo, había tenido su primer hijo cuando tenía 14 años. Ella sospechaba que había quedado embarazada nuevamente como resultado de una relación abusiva y temía que su familia la echara de la casa. Desesperada, tomó veneno de rata para intentar abortar. La chica murió intoxicada y, trágicamente, cuando los doctores le hicieron la autopsia, resultó que no estaba embarazada. Nadie la había informado de sus derechos.
La falla del Estado de proveerle educación e información sobre sus derechos resultó en su muerte. Su hijo pequeño queso sin madre, al cuidado de un abuelo que apenas tenía para subsistir.
Lo que pasa en Uruguay no es comparable a lo que pasa en El Salvador o en Nicaragua (donde el aborto es ilegal en todas las circunstancias) pero las agresiones y el desprestigio hacia activistas que trabajamos el tema se está normalizando.
Los grupos religiosos y ultra conservadores nos atacan constantemente, dicen que defendemos el aborto porque con eso nos enriquecemos, que se venden los fetos a la industria farmacéutica o de investigación. Nos acusan de corrupción para desprestigiarnos.
Siempre nos siguen los grupos anti-aborto. Una vez en un noticiero una de esas personas me llamó asesina. Eso lo escuchó mucha gente. Ahí me di cuenta que mis hijos y mi familia también están en peligro.
Sigo trabajando a pesar de las amenazas. La profunda satisfacción que siento cada noche sabiendo que estoy trabajando para mejorar la vida de muchas mujeres significa que no hay otra opción para mí.
Tomado de https://www.amnesty.org/
Source: Diciembre 2015