Obama y la cuestión de género
México DF, 22 enero 09 (CIMAC).- Mucho se ha escrito sobre los retos que enfrenta el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama, quien en su primer día de trabajo ha dado muestras de esperanza con la suspensión de los juicios en la ignominiosa cárcel de Guantánamo.
La cuestión económica es prioridad junto a la redefinición del papel militar de Estados Unidos en Irak y Afganistán, junto a la paz en Oriente Medio. La encrucijada política con Rusia, el combate efectivo al acelerado cambio climático al lado del uso de energías alternativas que impulsen el ecologismo, la relación con Latinoamérica y regularización prometida de los 12 millones de inmigrantes que viven en la sombra o bien, el urgente incremento al gasto social.
Sin embargo, entre las cuestiones prioritarias se encuentra la cuestión de género, que el presidente Obama debe abordar con carácter de urgente, después del desmantelamiento y retroceso en los derechos que las mujeres de Estados Unidos padecieron durante los ocho años de mandato del expresidente George Bush.
Hace 36 años, concretamente el 22 de enero de 1973, la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos consagró el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo con el veredicto “Roe contra Wade” que estima el derecho a la vida privada de las mujeres y a la legalización de la interrupción del embarazo.
Una medida histórica y un logro que ha impactado a favor de las mujeres en todo el mundo. Pues bien, el señor Bush inició desde su llegada a la Casa Blanca una cruzada por “los derechos del feto” hasta que la Suprema Corte decidió aprobar en abril de 2007 una enmienda que condena el aborto “tardío”.
¿Qué significa aborto tardío? Es un término utilizado por los grupos pro vida muy cercanos a Bush que no está bastante claro. Concretamente se basa en prohibir el procedimiento médico para la extracción del feto con base en la dilatación cérvico-uterina después del segundo trimestre de gestación.
Ellos aseguran que esto debe ser prohibido sin excepciones, incluso aunque esté en peligro la vida de la gestante, o bien, a pesar de que el feto tenga malformaciones congénitas. En cambio, la decisión “Roe vs. Wade” establece que la interrupción del embarazo es permitida hasta que el feto resulte viable fuera del útero materno, es decir, hasta la semana 24.
El señor Bush combatió a las feministas desde el primer día. Con la nueva decisión de la Suprema Corte en donde colocó estratégicamente elementos ultraconservadores, otorgó derechos de persona al no nacido por encima de la mujer.
Retiró las conquistas sociales traducidas en presupuesto destinado a los centros de atención a las mujeres en toda la Unión Americana por lo que muchos de estos lugares indispensables se vieron obligados a cerrar. Redujo los apoyos económicos encaminados a educar a las y los jóvenes sobre los beneficios del uso del condón o la prevención de embarazos no deseados y a cambio instauró su política social a favor de la abstinencia sexual y la castidad.
Reclutó a un ejército de fanáticos fundamentalistas católicos y protestantes para socavar paulatinamente durante ocho años los logros alcanzados en la cuestión de género.
Cada 22 de enero, Goerge Bush apoyaba la manifestación de los pro-vida en el capitolio en contra del aborto: “Ustedes están aquí porque saben que toda vida merece ser protegida. Y cuando inician su marcha, estoy orgulloso de estar a su lado. Más de uno de cada cinco embarazos termina en un aborto. ¡Estados Unidos vale más que eso! Vamos a seguir trabajando por una cultura de vida. No hemos terminado, pero hemos progresado”, les dijo el año pasado.
Hoy, sin embargo, es distinto. El iluminado George Bush afortunadamente ya no está en el poder. En su lugar, se encuentra un hombre que prometió durante su campaña defender el aborto libre conquistado en Estados Unidos desde hace 36 años. Que prometió defender el derecho otorgado en 1969 a Norma McCorvey, embarazada con 21 años que se encontraba en medio de un matrimonio convertido en pesadilla y a quien no se le permitía abortar.
Esa mujer que vivía en Dallas encontró entonces a dos abogadas jóvenes dispuestas a luchar por su derecho a decidir libremente que hacer con su cuerpo. Se trato de Sarah Weddington y Linda Cofee, que utilizaron el nombre ficticio de Jane Roe para proteger a su cliente frente al aguerrido y misógino juez texano Henry Wade.
Su triunfo es el triunfo de todas las mujeres del mundo. Un triunfo de todos los estadounidenses que el presidente Obama no debe olvidar, especialmente porque Bush antes de irse “amarró” su proyecto contra las mujeres ordenándole el 3 de diciembre pasado a su secretario de Salud, Michael Leavitt, la implementación de una nueva normativa que protegía a médicos, enfermeras y otros trabajadores del sector, a expresar su objeción de conciencia por “motivos religiosos o convicciones morales” para no interrumpir libremente el embarazo.
Este proyecto de nuevas reglas es ejecutivo por lo que no necesita la aprobación del Congreso y tiene muy preocupadas a las mujeres, ya que amplía las posibilidades de objeciones de conciencia y extiende hasta los farmacéuticos su derecho a no vender la píldora del día después.
Barack Obama debería actuar rápido también en este asunto, igualmente urgente que la cuestión económica o la política internacional. Y en otros temas relacionados con la cuestión de género. Tiene dos hijas, una esposa, una abuela; tiene compañeras de trabajo y amigas a las que quiere y respeta, por tanto, no puede olvidar su compromiso con las mujeres.
Somos muchas las que esperamos la respuesta inmediata de su secretario de Salud, Tom Daschle. Su decisión debe proteger a las mujeres estadounidenses, algo que automáticamente ayuda a las mujeres de todo el mundo.
Por Sanjuana Martínez
*Sanjuana Martínez, es periodista de investigación freelance, autora de varios libros, el último “Prueba de fe. La red de cardenales y obispos en la pederastia clerical” (Editorial Planeta)
Fuente: cimacnoticias.com
Source: Enero 2009