En el Cauca se escuchó: ¡Aborto libre!
Este es el relato del primer Retiro Feminista de Jacarandas
Por: Carolina Benítez Mendoza, coordinadora del Cambio Digital
Cuando la gente piensa aborto, piensa Bogotá. Es inevitable: estadísticamente es la ciudad en la que más se practican abortos, la que tiene más y mejores opciones, y en la que la mayoría de organizaciones que apoyan el aborto libre están. Cuando se nos ocurrió, en una reunión en esa fría Bogotá, reunir mujeres del Valle y del Cauca para capacitarlas en aborto y que llevaran el mensaje a sus municipios, pueblos y comunas, nos cuestionamos: ¿Será que es un mensaje que la gente quiere escuchar allá?
Cuando empezamos el proyecto del Primer Retiro Feminista Jacarandas, el primer paso fue dejar todos esos cuestionamientos atrás y creer en la voluntad de las mujeres jóvenes para ser el cambio. Y es que nos dimos cuenta de que nuestro interrogante estaba lleno de prejuicios ¡Por supuesto que a la gente le gusta escuchar sobre sus derechos, esté donde esté! Y son las mujeres jóvenes de esas comunidades las que saben hablarle a su gente y las que se encargarán de saber transmitirlo.
Así nos embarcamos en esta travesía que nos llevaría a La Vorágine, un corregimiento cercano a Cali. Estuvimos buscando por más o menos un mes a las que serían las participantes, y nos emocionó mucho ver a 11 de las 12 invitadas (una llegaría directamente a La Vorágine) llegar al punto de encuentro desde varias partes: Zarzal, Guapi, Caloto, Palmira y Cali. Saludarnos, entregarles sus camisetas de Jacarandas y sus pañuelos verdes y violetas fue un momento que nos llevó a esa conclusión que habíamos tenido, de nuevo: ellas sabrían llevarle el mensaje a sus comunidades. Muchas inmediatamente se pusieron sus pañuelos, antes de subirse al bus, y ahí nos dirigimos una hora hasta el que sería nuestro nido feminista por dos días.
Al llegar, nos presentamos, contamos algo de nuestra relación con el feminismo -y varias nos explicaron por qué no militaban necesariamente desde él-, del aborto, de nuestro signo, de nuestras expectativas. La primera comida sorprendió un poco, como suelen hacerlo los menús veganos para quienes no tienen la costumbre, pero en el almuerzo ya sentíamos que íbamos a ser amigas.
El primer taller, sobre comunicación y lenguaje cuando se habla de aborto, sucitó muchas preguntas: ¿cómo podrían hablar sobre el aborto sin tapujos en un contexto con tantos tapujos? Esa conversación sobre el lenguaje estigmatizante que nos han impuesto desde niñas fue esencial para que las activistas entendieran lo mucho que afecta nuestra percepción sobre el aborto. A esto le siguió una capacitación completa desde lo legal, lo médico y lo estadístico. Las asistentes veían con asombro el libro de Jacarandas enterándose de que no sólo existían protocolos para el aborto legal y seguro, sino de que se violaban dichos protocolos constantemente.
En la noche, con una sesión de baile, una cena y mucha música vimos lazos nuevos formarse.
Al día siguiente en nuestro cuarto y quinto taller, cubrimos dos temas esenciales: el estigma y cómo luchar contra él, y las campañas que han funcionado en otras ciudades y otros países. Al concluir esas sesiones, tuvimos el espacio de planeación estratégica, en la que plantearían sus propias campañas según las necesidades de su comunidad. Hubo mucha variedad en los proyectos: muestras artísticas, actividades lúdicas, un podcast, un picnic, un nuevo diseño de aretes, un curso universitario certificado, un encuentro de jóvenes, todo tipo de iniciativas.
La despedida fue agridulce, pues se sentía como decirle adiós a un grupo de viejas amigas; sin embargo, nos emocionaba muchísimo saber que iban a lograr grandes cosas, que la información pertinente sobre el aborto en el sistema de salud iba a llegar a lugares a los que jamás había llegado. Nos emocionó saber que al lado del Cauca se escucharía ¡Aborto libre!